Benjamín Gómez recuerda su infancia como una pesadilla. Desde muy pequeño pasaban en él cosas que no entendía bien y siendo tan solo un niño llegó a odiar su existencia. Sufrió acoso escolar (‘bullying’) psicológico y físico. En la adolescencia viajó a Irlanda para seguir sus estudios lejos del infierno que había conocido hasta entonces. Cuando abrió su maleta en Dublín, se encontró los rosarios y estampitas que su madre había colado en el equipaje. En aquel tiempo, descubrió un mundo de posibilidades para disfrazar una parte de su realidad. Consiguió ser apreciado socialmente, pero la popularidad no le servía para alcanzar su propia aceptación.
Entró en un principio de anorexia que, con la ayuda adecuada, consiguió también superar, y también empezó a «alimentar» relaciones de dependencia. A los 25 años, llegó a su vida un diagnóstico tan inesperado como desconocido: Síndrome de Klinefelter (SK), una alteración genética que se presenta en los hombres cuando tienen un cromosoma X extra. Esto puede causar problemas con el desarrollo y la fertilidad. Algunos hombres no tienen síntomas y nunca sabrán que lo tienen. Benjamín empezó a conocer cómo afecta al cuerpo esta trisomía y a comprender muchas cosas: sus problemas de relaciones sociales, cambios emocionales, baja autoestima, inmadurez emocional, impulsividad, falta de libido, problemas sexuales, infertilidad.
El hecho de saber que no podría tener hijos de forma natural fue un duro golpe para él y provocó la ruptura de una relación en la que había puesto muchas ilusiones. Cayó en depresión y se intentó quitar la vida. Aquel intento de suicidio resultó fallido aunque, médicamente hablando, nunca supieron explicar cómo es que Benjamín no murió en aquella ocasión. Lo intentó más veces, pero protegido por su madre y hermanos, no llegaría a tanto nunca más. Después de un tiempo en tratamiento siquiátrico, consiguió ir sanando su parte emocional y recuperar poco a poco a una vida normal, a nivel personal y profesional. Pero aún quedaban pendientes de sanar otras heridas: las de su alma. Un imprevisto viaje a Medjugorje (lugar del que Benjamín nunca había oído hablar) le acercó a la Misericordia de Dios. Gracias al sacramento de la Reconciliación, consiguió perdonar y perdonarse, sobre todo de una ofensa tan grave como haberse querido quitar la vida. Después de Medjugorje aún quedaba algo más. El perdón auténtico, el que sale del fondo del corazón, esta vez a su padre. Benjamín admira a su padre a nivel profesional. Siempre fue un referente, pero había algo de «montaña rusa» en su relación. Cuando recibía la aprobación de su padre, Benjamín se «empoderaba». Y el rechazo paterno le dejaba por los suelos.
El cambio de aquella dolorosa relación llegaría, al fin, en un retiro de Emaús al que Benjamín llegó «víctima» de un «complot», liderado por su madre y bien ejecutado por sus amigos. «Hacer Emáus debería ser obligatorio por ley» dice Benjamín. Allí vio el rostro de Cristo y perdonó, al fin, a su padre. Ya libre de heridas, de costras y del lastre de malos recuerdos, Benjamín lleva adelante sus negocios y es feliz en su matrimonio. Sabe con certezaque Dios no le había abandonado en ningún momento y que, además, tenía una misión para él. «Por eso no dejó que me muriera aquella vez», asegura. Junto con su madre y otros profesionales, Benjamín creó la Asociación XXY – Asociación Española del Síndrome de Klinefelter (www.asociacionxxy.es) desde donde ofrecen información, orientación y apoyo a los afectados del SK (niños, adolescentes o adultos) y sus familias. También a las madres que «son invitadas a abortar» porque les han anunciado que su bebé es portador de una trisomía. Benjamín se ha convertido, a través de su asociación, en el hermano de muchos afectados y en el «padre» de muchos bebés que han nacido porque sus madres optaron por decir sí a la vida, gracias al ejemplo de Benjamín y la ayuda de la Asociación (www.asociacionxxy.es) que preside. No te pierdas nada de este impresionante testimonio de lucha, de superación y de esperanza para la vida, con Dios y de la mano de María.
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